Hace aproximadamente cinco años -en octubre de 2006-, George Gilder publicó un artículo en la revista Wired donde acuñaba el concepto de cloud computing (conocido popularmente como «la nube») para definir ciertas dinámicas que se estaban empezando a desarrollar en Internet y, por ende, en la industria de las tecnologías de la información. En dicho artículo, titulado The information factories («Las fábricas de información»), Gilder intentaba convencernos de que el proceso por el cual las empresas de hardware perdían poder frente a las de software o servicios se había completado. Según este tecnófilo estadounidense, el soporte físico estaba en vías de desaparición, y sería sustituido por sistemas de almacenaje externos a los ordenadores personales y en propiedad de las grandes empresas de Internet.
Es obvio que hoy en día no podemos entender Internet sin «la nube». Pero también lo es que hace cuatro o cinco años muy pocos habían oído hablar de este concepto, y que las herramientas de software alojadas fuera del disco duro no se extendían mucho más allá del clásico correo electrónico, redes sociales incipientes -Facebook, Myspace, Lastfm- y portales de información o contenido -Wikipedia, Youtube-.
Sin duda, una de las empresas que más ha hecho por el desarrollo de la nube como concepto es Google. La compañía californiana pertenece a esa generación de empresas TIC cuya principal vía de negocio no es producir nada físico, sino que su mentalidad está enfocada en ofrecer servicios al usuario sin que éste tenga que adquirir determinado hardware para disfrutarlos. Instrumentos como Google Docs y Picasa fueron una revolución en cuanto a la posibilidad de acceder, crear y modificar documentos o fotos desde cualquier parte, y permitieron a Google seguir controlando el mercado de la publicidad en Internet (mediante adworks y adsense) y adentrarse en terrenos desconocidos, como el mercado en boga de los dispositivos móviles.
Otros gigantes de las TIC, como Apple o Microsoft, no quisieron quedarse rezagadas y también dedicaron sus esfuerzos a crear servicios destinados a la nube. Sin embargo, queda la impresión de que su avance en este sentido va siempre a la retaguardia de Google. Mientras que ésta es percibida como una empresa en constante innovación, la impresión que nos producen los servicios de cloud computing de Apple y Microsoft es que son simplemente una manera de apuntarse al carro de «la nube» más que una verdadera innovación.
La última pelea por el dominio de los servicios en Internet ha sido el mercado de la música. Una vez que servicios como los que ofrecen Lastfm y sobre todo, Spotify, se han asentado como productoras de beneficios con gran potencial de crecimiento, los gigantes de Internet no se han querido echar atrás. La primera de las grandes compañías que anunció un servicio de música on-line fue Amazon. La idea de almacenar la música del usuario en una biblioteca externa para su acceso desde cualquier punto también fue seguida rápidamente por Google, que lanzó Google Music apenas dos meses después, y por Apple, con su iCloud. Son servicios además que siguen otra corriente muy en boga en el Internet actual: el freemium.
La pregunta que subyace está clara: ¿se puede llegar a un futuro cercano de ordenadores sin almacenamiento físico? Seguramente, como se da normalmente en la tecnología, una cosa no sustituirá completamente a otra, pero lo que si que parece cierto es que los usuarios recelaremos cada vez más de guardar nuestros datos en nuestro disco duro interno o externo y nos dejaremos llevar por los cantos de sirena que nos ofrecen ubicuidad y seguridad. Sin embargo, la cara negativa de todo este proceso parece obvia: que las grandes corporaciones presentes en Internet se hagan todavía más grandes y se produzca la paradoja de que tengamos una dependencia de grandes empresas privadas a la hora de acceder a nuestros datos o documentos personales