El Fetiche Apple
Exageraría si comparara a Apple con Coca-Cola en cuanto a ejemplos en los que el marketing revolucionó al mercado. Aún así, lo que estoy tratando de insinuar ya queda claro.
Hoy en día, hablar mal de Apple es casi como blasfemar; y al hacerlo, de inmediato hay que abrir el paraguas por la lluvia de críticas que nos vienen encima de parte de los Apple Geeks y fans. Me pongo de su lado en varios aspectos de la discusión, como ser la evidente solidez del sistema y amigabilidad de diseño, entre otras varias ventajas más. Pero no es eso de lo que quiero escribir, sino de la locura que está llevando a millones de personas a comprar los productos Apple, a veces de manera un poco irracional meramente por seguir la corriente de la moda y el “prestigio” de tener el último chiche de la tecnología.
No quiero decir que el iPhone no sea el mejor teléfono celular del mercado ni que una Mac no sea la mejor computadora del universo, etc. etc.. Pero estoy hablando de otra cosa. Por ejemplo, de los millones de personas que compran computadoras Mac en Europa o en Asia simplemente porque quedan con la boca abierta cuando pasan por un Apple-Store (estoy de acuerdo en que en estilo no les gana nadie), o por imitar a los amigos, para luego utilizarla casi exclusivamente para revisar el correo electrónico y navegar por Internet (siempre y cuando no tengan que entrar a una de esas páginas que no cargan bien con Safari). Conozco tantas personas que luego de comprar sus Macs, siguen dependiendo de la PC de la oficina para realizar un montón de tareas personales, hasta que finalmente optan por comprarse una laptop con Windows, como segunda máquina, por la mitad del dinero o menos. Hasta conozco gente que no sabe descargar archivos al disco duro, y tienen que recurrir frecuentemente a Windows. ¡Ah, pero tienen una Mac!
Ya sé que “todo lo que se puede hacer con Windows, también se pude hacer con Mac”. Pero vayan a decírselo a toda esa gente que hasta termina comprándose otra laptop o un DVD para mirar películas, porque su MAC es mono-norma y no saben arreglárselas.
El año pasado viví en Ginebra, y un compatriota mío que estaba haciendo una maestría en una universidad pública de allá me comentó que él era el único de la clase que no tenía MAC, y varias veces le habían preguntado con asombro: «¿Cómo que no tenés una MAC?«. Para un montón de personas es una excelente máquina, confiable y sólida. Pero aún así hay un enorme número de personas, quizás sean la mayoría, que la ven principalmente como un símbolo de estatus que darían cualquier cosa por tener aunque apenas sepan utilizar.
Algo parecido sucede con los iPhones. Y coincido, por ahora, en que son los celulares más atractivos del mundo. Pero de todas formas, no sé si adjudicarle más mérito a su tecnología o al marketing que provocó esta locura. En los Apple-Stores de China están permanentemente agotados. Mi esposa tuvo que viajar a Hong Kong para comprarlo, y aún así lo tuvo que comprarlo bajo condiciones dudosas, porque ya no quedaban más en ningún lado. Es una belleza. El que viene con software en inglés le costó casi 850 dólares americanos. Yo, que soy un blasfemo, creo que hubiera gastado 300 en otro modelo.